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Pluma de caligrafía mano letras prisa

CUANDO NOS PARAMOS A RESPIRAR

POR MERCEDES VALENZUELA CRUZ

El día 13 de marzo se quedó marcado en el calendario como el principio del cambio. El anuncio del “estado de alarma” supuso la introducción de toda la población en una burbuja de la que nos ha costado salir. 

En un primer momento, pensamos que la situación duraría dos semanas, y nos concienciamos a vivir desprovistos de todo lo que antes formaba parte de nuestra rutina (el reloj, la calle, las relaciones personales…). Dejamos atrás todo lo que no era estrictamente necesario, y de repente, no lo era salir a la calle, ni ir al colegio, ni siquiera salir tanto a comprar. No era necesario correr para llegar a un destino. No era necesario vestirse con ropa elegante, maquillarse ni echarse el tinte. No era necesario nada más que sobrevivir. Y como se nos había olvidado pararnos a respirar, el planeta nos dio una lección y empezó a hacerlo por nosotros, cuando el maldito virus nos obligó a frenar. Se veían entonces los patos pasear por los pasos de peatones, y bandadas de pájaros bailaban al son de una canción que sonaba por primera vez para ellas. Las ramas de los árboles se mecían con el aire más limpio y puro del que jamás hayan disfrutado. 

¿No es contradictorio que el planeta empiece a respirar cuando lo han dejado de hacer los pulmones de tantas personas? Llegó el virus y el planeta respiró azul claro.

Antiguas y sabias culturas de Oriente y Occidente enseñaban que la casualidad no existe, pero sí las decenas de teorías que pretenden explicar cómo hemos entrado en esta distopía, cómo y por qué hemos sido protagonistas, secundarios, y por suerte, la mayoría, figurantes de una película de terror de la que jamás olvidaremos el guion ni las escenas principales. 

Yo creía que a mi edad había aprendido muchas cosas…¡Cómo me he subestimado todo este tiempo! Las personas no somos conscientes de todo lo que podemos hacer hasta que nos llega el agua al cuello, ni de cuánto podemos amar hasta que dejamos de tocar a los que más queremos. Las personas no somos conscientes de que podemos reaprender a vivir con menos, a amarnos más y a respirar más lento.

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